martes, 9 de septiembre de 2014

Alegría.

¿En que palabra puedo definirla? En esperanza. Porque cuando ella llegó, todo mi mundo cambió, yo, mi forma de verme, mi forma de preocuparme por cómo voy vestida, mi forma de mirarme en el espejo, en fijarme en los putos tacones, esos que yo tanto odiaba y que ahora ansío ponerme.

Y es que cuando sé que vienes a buscarme no dejo de mirar por la ventana por si veo el coche rojo que traes, porque tengo unas ganas terribles de agarrarte y no soltarte jamás.

Es raro, yo, normalmente no era así con la gente, contigo no me preocupo, soy yo misma, desde el primer momento que te vi dije "No, no me voy a ocultar, voy a ser yo", y mi yo real te gusto, te enamoró, y yo me enamoré de ti.

Y me encanta tu melena que te pones en el cuello cuando te hago un chupeton para que tus padres no lo vean, o el momento en la cama que empiezo a pasar mis dedos por tu espalda, el momento en el que me sonríes o oír tu risa por teléfono eso ya me tranquiliza, muchísimo. La forma en la que tienes de andar, esos dientes perfectos y esos ojazos color marrón que brillan de felicidad cuando me miras por primera vez después de varios días sin ni siquiera habernos visto. Yo, es irte y ya pensar qué me voy a poner para la próxima vez que nos veamos.

Odio aguantar esas putas ganas de llorar cuando me tengo que ir, pero me encantan tus abrazos inesperados, esos besos que no nos decidimos si piquito o morreito, y entonces me da la risa tonta.

Y que nena, no se te puede definir que te amo, y que este mes a tu lado a sido el mes más feliz de toda mi putisima vida.

Hoy hace dos meses que nos conocemos y es como si ya hubiera pasado toda una vida contigo.

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